Está demostrado. Un joven, un niño o una niña con un acceso a todas las posibilidades del conocimiento actual, es un verdadero agente de cambio. Si eso no sucede, encontrar el cambio será una tarea difícil.
Y empiezo este espacio de opinión así, casi que radical, pero, propositivo, entendiendo y siendo una clara evidencia que las oportunidades en nuestra niñez nos permiten superarnos.
Es que incrementar el intelectual de nuestros estudiantes a través del acceso a espacios digitales, a conexiones estables y duraderas, permitirá apoderarlos de herramientas que les permita convertirse en gestores de un futuro mejor para todos. Y no se trata de una doctrina, como pareciese creerse, se trata de una libertad educativa a la que todos tenemos derechos.
Derechos a los que, pese a las difíciles condiciones en las que crecí, en mi Cali, en el barrio Aguablanca, tuve acceso y que hoy me permiten ser la persona y el profesional en el que me he convertido. Por eso, entiendo la necesidad de construir desde las oportunidades.
Es decir, la educación es un ejemplo de vida, es el camino para aprovechar las verdaderas oportunidades, la ruta para buscar eliminar las diferencias, las distancias sociales y la desigualdad.
Los ejemplos de Chile y México, por nombrar países en América Latina, en donde entregaron educación gratuita y acceso a internet a los niños y niñas estudiantes, ha permitido consolidar generaciones más hábiles, más creativas, más pensantes.
En Colombia, la implementación del programa que permitió entregar computadores a los estudiantes de colegios públicos y privados en Medellín, es un modelo que debería replicarse a nivel nacional. Tecnología e innovación al servicio del desarrollo de nuestras nuevas generaciones. Un computador para cada niño o niña, con conectividad y con todas las herramientas, permite abrir el espectro del mundo en el que vivimos y que puedan convertirse en los futuros desarrolladores y arquitectos de software, diseñadores multimediales, analistas de datos, ingenieros electrónicos, diseñadores gráficos y de modas, etc.
Hoy tenemos muchos retos que en muchas regiones de nuestro lindo país no se están consolidando. De acuerdo con cifras del Ministerio de Educación y el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas, Dane, la conectividad en Colombia se da en 6 de cada 10 hogares, 4 de ellos, no están accediendo ni a internet y, probablemente, por ello no tengan siquiera un computador.
Y un dato que corrobora este espacio de opinión, el mismo MinEducación, asegura que en 2020 solo el 17% de los estudiantes de zonas rurales (de 2.400.000 mil estudiantes) tienen acceso a internet y un computador. O sea, nuestros jóvenes en zonas apartadas no saben qué es acceder a las nuevas tecnologías. Departamentos como Vaupés, con el 5%; Amazonas, con el 9% y Vichada y Guainía, con el 10%, no tienen verdaderos agentes de cambio.
La educación bachiller tecnológica es el concepto que hoy debería graduar a nuestros estudiantes de grado 11, en donde, desde cursos anteriores, entiendan los conceptos que les permita ser competitivos en un mercado absolutamente digital en tecnologías y carreras afines a la cuarta revolución industrial, que les permitiría acceder rápido a un primer empleo.
Es que no se trata solo de gestionar el presupuesto y las inversiones, sino en consolidar esfuerzos de transformación que, de verdad, aporte algo al desarrollo de nuestros niños y niñas. La gestión administrativa es válida, pero la gestión social es la que verdaderamente genera impacto.
Un computador para cada niño o niña es cambiarles la vida. Un computador para cada niño o niña es quitarles a las bandas criminales nuevos agentes de guerra. Un computador para cada niño o niña es privilegiar la vida sobre la muerte. Un computador para cada niño o niña la opción para que la educación sea realmente relevante.
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