¡No más! Se nos volvió costumbre que, en diciembre, especialmente, las niñas y los niños se encuentren en cada uno de los cruces semafóricos de la ciudad en búsqueda de lo que ellos llaman “el aguinaldo”, una excusa lastimera de adultos con el que buscan generar unas cuantas monedas de más.
La mendicidad no es un regalo. El uso de menores de edad para la recolección de dinero es un tema que debe ser tratado con prontitud por el nuevo mandatario de la ciudad, entendiendo las difíciles condiciones que se siguen presentando, especialmente en el oriente de Cali, y la llegada constante de familias que por distintas condiciones migran de sus lugares de origen.
De acuerdo con cifras de las autoridades, en 2023 hay un promedio constante de por lo menos 19 familias que, diariamente, llegan a Cali por distintas condiciones, incrementando la mendicidad y la informalidad de la ciudad.
Sin embargo, hay algo más grave. Especialmente hacia el sur se ve un incremento profundo de menores en los semáforos, muchos de ellos, “al mando” de un adulto que llega al sitio con ellos y que, claramente, ni siquiera son sus familiares, si no que los alquilan por $50.000 diarios para recoger dinero en las calles.
Pero entonces, ¿qué hacer para atender esta emergencia migratoria, en donde también se involucran a nuestros hermanos connacionales, si el presupuesto de la ciudad no alcanza? Este es un llamado directo al gobierno nacional para trabajar de la mano con nuestro gobierno local, con organismos internacionales y ONG, que permitan la integración de estrategias oportunas que derrumben el verdadero problema de la región, mitigando el desplazamiento y el uso indebido de menores.
Las oportunidades educativas, las manzanas del cuidado de la ciudad, que deben promoverse con mayor fuerza y las alternativas económicas para los adultos, son acciones inmediatas que deben implementarse como Plan de Choque, con el fin de erradicar el hambre que produce llegar a tierras foráneas, mientras se resuelve la verdadera crisis de violencia que nos aqueja.
Pero también está en nuestras manos. Caleñas y caleños, no le entreguemos una moneda por lástima a un niño en un semáforo, no incrementemos el placer de encontrar recursos económicos de manera sencilla utilizando menores. Diciembre es una época de reconciliación, no de explotación infantil. Nuestras niñas y niños son el futuro, pero también el presente, es hora de actuar.
El mejor regalo para la ciudad en esta navidad es que ninguno de ellos esté en las calles pidiendo plata y que los podamos integrar a proyectos de vida que nos lleven a convertirnos en la mejor ciudad de América Latina. Vamos Cali. Sí podemos.
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