Como bien ha sido conocido por la opinión pública, los desalojos realizados por la Administración Distrital en el sector de la Viga, en el corregimiento de Pance, es una demostración de la contundencia con la que se debe actuar en los puntos de la ciudad que, para muchos, son focos de inseguridad, expendio de drogas y malversación del espacio público.
El retiro de las antiguas chozas que habían sido instaladas en este lugar, es la respuesta a un llamado de la comunidad que, tras diálogos con el gobierno anterior, no quiso ceder y tuvo que este gobierno entrante tomar la decisión de sacar del lugar a quienes habían, casi, apoderado de este terreno, aparentemente comercial, pero que ya estaba siendo habitado, con la acomodación de camas y baños.
Sin embargo, aquí es donde entra la reflexión. Si bien, esta es una decisión jurídica que se viene arrastrando en el tiempo y que se debía cumplir, es cierto que este tipo de escenarios se han convertido, más allá del panorama negativo que puedan pintar algunos vecinos, en un epicentro de reunión popular, especialmente los fines de semana, en donde turistas llegan a bañar en el río y los deportistas aficionados utilizan este lugar como un “stop” para recargar fuerzas; aunque sea a punta de empanadas y hojaldras.
Su naturalidad está en la construcción de ciudad. El punto de La Viga, es un punto casi que turístico, en donde los caleños y algunos visitantes llegaban con un sentido familiar y de disfrute, malutilizado por algunos otros, pero que en su inmensa mayoría tenía un sentido social, cultural y de entretenimiento que ha sido cancelado por completo.
Mi gran pregunta es, ¿por qué las decisiones de Cali no se toman pensando en la reconstrucción del tejido social? ¿Por qué queremos pretender dar golpes contundentes, sin un sentido social? No puede ser que no tengamos, y me incluyo, la capacidad de solucionar problemas sin brindar soluciones tangibles, medibles y, especialmente, proyectables, en donde la abolición de una circunstancia se convierta en una posibilidad de resurgimiento cultural.
La Viga, como el centro de Cali, como el oriente y su Jarillón y, muy posiblemente, en las laderas de la ciudad, necesita la reivindicación del espacio público, pero no para su destrucción y pavimentación gris, si no para la reconstrucción del sentido de acción en cada lugar, para convertir a Cali, no en una ciudad donde las oportunidades se dejen pasar por la necesidad de mostrar resultados inmediatos, sin pensar en el futuro.
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