Jamundí, una olla a presión que estalló

Desde hace muchos años el sur del país sufre las inclementes consecuencias de una guerra entre los narcotraficantes, los grupos armados al margen de la ley, nuestro Ejército y la Policía Nacional, que se ha convertido en un paisaje para los mandatarios, para todos. Los bandidos no quieren la paz del país.

En este sector de Colombia ganó, unánimemente, la opción de un CAMBIO para el futuro; yo, Deninson Mendoza, fui uno de los que creí en ese proceso y por eso voté por el presidente Gustavo Petro y es el momento de que el Presidente y sus ministros entiendan que, aunque hay que batallar políticamente para lograr el cambio, la batalla es en el territorio, brindándole a los ciudadanos un mejor país.

El gobierno entero debe estar en el territorio, la institucionalidad completa al servicio y respaldo de la comunidad. Una comunidad que hoy pese a su irrestricto respaldo, se siente sola y abrumada por la GUERRA.

Hace poco vi una entrevista de la periodista Vicky Dávila, a la alcaldesa de Jamundí, Paola Castillo, en donde, de manera irrespetuosa, le dice que “ella no gobierna en Jamundí” y muy bien responde la alcaldesa haciéndole un llamado de atención a la periodista con que, “verdaderamente, sí se está gobernando. Pero ese gobierno, en la zona rural, en donde hay una presencia clara de carteles internacionales de la droga, de exparamilitares, de exmilitares, exguerrilleros de las Farc a los cuales no les cumplieron el acuerdo de paz, están dedicados por completo a acabar con la paz de Colombia”.

Presidente, Gustavo Petro, le repito, yo voté por usted, pero lo necesitamos en Jamundí, no solo para convocar marchas Presidente, y lo digo con respeto, lo necesitamos para una lucha frontal, para acabar de manera definitiva con esta violencia y esta guerra, que lo único que está haciendo, es asesinar las ilusiones, los sueños y la vida de nuestros jóvenes, especialmente, los jóvenes de los barrios populares y zonas rurales; nuestros campesinos, que luchan para el Ejército de nuestro país, para la Policía, pero también para la guerrilla, las disidencias, los paracos y demás grupos. En fin, los jóvenes son los que ponen los muertos.

Colombia necesita una paz de verdad, no más en redes, no más en discursos que necesitamos proteger la vida. Nuestros jóvenes necesitan cambiar las balas por libros, por computadores, por un verdadero futuro.