Los Caleños necesitan trabajo

preocupante para la ciudad. La tasa de desempleo se ha elevado al 11,7% en el trimestre mayo-julio de 2024, una cifra significativamente más alta que en otras ciudades principales de Colombia. Si bien hubo una ligera mejora en el desempleo juvenil, con una disminución de 0,7 puntos porcentuales, el mercado laboral en general sigue estancado. Esto debería ser una señal de alarma para las autoridades locales y nacionales, ya que la falta de empleo no solo afecta la economía, sino que también erosiona el bienestar social de los caleños.

Lo más preocupante es la pérdida de 42 mil empleos en comparación con el mismo período del año anterior. Este retroceso refleja la vulnerabilidad del mercado laboral caleño, que no ha logrado consolidarse tras los embates de la pandemia. Sectores clave como las actividades inmobiliarias, el alojamiento y restaurantes, así como la industria manufacturera, han registrado un crecimiento en la creación de puestos de trabajo, pero no ha sido suficiente para compensar las pérdidas en otros sectores.

Uno de los factores detrás de esta situación es la disminución en la tasa de ocupación, que bajó a 57,8%. Esto sugiere que menos personas en edad de trabajar están siendo empleadas. A medida que la economía global se transforma, Cali necesita con urgencia políticas que fomenten la inversión y el desarrollo de habilidades en su fuerza laboral. La educación técnica y la capacitación para el empleo deben estar en el centro de cualquier solución a largo plazo.

Un aspecto que merece atención es el crecimiento del empleo informal. Con un 47,8% de los ocupados trabajando en la informalidad, muchos caleños no cuentan con las garantías laborales necesarias para prosperar. El empleo informal es una trampa: puede ofrecer una solución temporal, pero a largo plazo, limita el acceso a beneficios sociales y perpetúa las desigualdades. Es fundamental que se promuevan políticas que incentiven la formalización del empleo.

El desafío es grande, pero también lo es la oportunidad de cambiar el rumbo. Si bien Cali ha visto caer su dinamismo en comparación con ciudades como Bogotá y Medellín, hay sectores con potencial de crecimiento. Las actividades inmobiliarias y el turismo, por ejemplo, podrían generar más empleo si se implementan las políticas correctas para apoyar a las pequeñas y medianas empresas.

La inversión en procesos de bilingüismo más adecuados que permitan forjar mejores profesionales, de la mano con una inversión pública que brinde garantías al privado para la inversión y recolección de capital y generar un círculo de retroalimentación laboral que proyecte la ciudad a nuevos rumbos es ahora una necesidad básica de los caleños. Debemos seguir trayendo eventos internacionales como la COP 16, eventos deportivos de talla mundial y todas las rondas de inversión y de negocios posibles acelerando ecosistemas de emprendimiento, de startups y vincularlas con corporativos de la región que atraigan inversión extranjera, renueven su círculo de la innovación y que esto permita la generación de nuevas empresas y de nuevos empleos.

En conclusión, los caleños necesitan trabajo, pero no cualquier trabajo. Necesitan empleos formales y de calidad que les permitan mejorar su calidad de vida y contribuir al desarrollo económico de la región. Para lograr esto, es vital que el gobierno, las empresas y la sociedad civil trabajen juntos en la creación de un entorno que fomente la innovación, la inversión y la educación laboral. Solo así, Cali podrá revertir la tendencia actual y brindar oportunidades reales a su población.

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